domingo, 21 de octubre de 2012

Trilogía del Fin del Mundo - Parte II - Mark Millar, Ese Cabrón.



¡SPOILER! A lo largo de esta entrada hablaré sobre distintas obras del autor Mark Millar, en especial Kick-Ass y Wanted. Además de spoiler al respecto, probablemente, el conocimiento de estas obras sea necesario para entender la presente entrada, así que si no has leído Kick-Ass (o al menos visto la película), ni Wanted (de esta la película no vale), ¡JUST DO IT! En serio, no leas la entrada y léete los cómics.

Sé que el título de la entrada es bastante cutre, ya que solo se trata de un juego de palabras barato, pero el título original que había pensado era, “Mark Millar, ese cabrón”… Ahora que lo pienso, sí, le voy a dejar el título original. Olvidemos el que le iba a poner. Bueno, realmente no lo tendrás que olvidar, dado que no lo he puesto.

¿Por qué “Mark Millar, ese cabrón”? Porque ha conseguido que me guste algo de Marvel, que me reconcilie con los comics, que todos los meses vaya a En Portada Comics y me gaste 26€ en comics Marvel. Porque, por su culpa, Alan Moore ya no es mi autor de comics favorito, si no el segundo. Porque ha hecho que esté escribiendo una entrada sobre Wanted, obra que me repugnó leer y aun así me parece de obligada lectura. Y porque en el fondo creo que si leyera el título de esta entrada, se sentiría alagado.
Pero dejemos de lado al guionista escocés para centrarnos en sus obras. Al margen de obras como El Viejo Logan (que narra las desventuras de un futuro Lobezno en un mundo post-apocalíptico) o Los Ultimates (versión políticamente incorrecta e hiperviolenta de Los Vengadores), mis favoritas son Kick-Ass y Wanted, que tienen en común no pertenecer a un universo superheroico establecido (Marvel o DC). Esto hace que el análisis de la realidad a partir de la ficción sea más… interesante.

Kick-Ass: En esta miniserie el protagonista es un chaval, un friki, que un día decide disfrazarse de superhéroe e ir a repartir justicia por la ciudad. Pronto la gente empieza a imitarle y conoce Hit-Girl y Big Daddy, unos “héroes” de moralidad un tanto problemática (como ocurre con toda producción MarkMilliana) y se ve mezclado en una trama con la mafia. El comic es bastante realista (nada de superpoderes) y el colega recibe palos durante todas las páginas, mientras que la película va volviéndose más fantasiosa a medida que avanza en la trama.
Pero lo que más me inquieta de esta historia es una frase que dicen en la película y que es la base de todo. En el mundo real no existen los superhéroes, pero sí los supervillanos. Mafiosos, asesinos, violadores, psicópatas, corruptos, timadores, dictadores, explotadores, etc… se cuentan  por millones en este planeta. ¿Pero cuántos superhéroes hay? Cero. No pido gente que vuele o sea inmune a las balas, un simple grupo de mercenarios, una organización similar a una banda, pero que se dedicara a hacer de justicieros. En plan Punisher. No. En este mundo los que son reconocidos como héroes son a) las víctimas; y b) los villanos que manipulan la información. Si alguien tiene los medios para ejercer la violencia, dad por hecho que lo hará para beneficio propio, nunca para “el bien”.
La mayoría, yo mismo me incluyo, dirá que el bien hay que conseguirlo por medios pacíficos, pero ese es un debate distinto que, tal vez, comente en otro momento. Lo que digo ahora es que, simplemente, NO existen los superheroes.

Wanted: Mientras que en Kick-Ass, la idea es meter el concepto de superhéroe en el mundo real, en Wanted la idea es al revés. Los superhéroes y los supervillanos existen en el mundo real pero, llegado un momento de la historia (en los años setenta) los villanos ganaron la eterna batalla y dominan el mundo desde la sombra.
Yo personalmente lo pasé mal leyéndolo dado que cada página es una ofensa hacia el lector y cualquier tipo de ética, es decir, el protagonista es un supervillano que se dedica durante gran parte de las páginas a matar y violar inocentes a mansalva, simplemente por diversión y porque puede hacerlo, dado que tiene total impunidad.

Pero una vez que me lo leí entero me quedé pensando en la gran similitud entre el mundo en el que vivimos y el descrito por Millar. Como el propio protagonista comenta, mientras la inmensa mayoría de la gente lleva vidas de mierda, agobiados por los problemas económicos, explotados en trabajos esclavizadores, etc; existe una élite sin escrúpulos que vive la gran vida a costa de esa inmensa mayoría. Una élite que ha organizado el mundo de esa manera y que mantiene esa organización a través del poder y la manipulación. Una élite que se dedica a darnos por culo diariamente y lo peor de todo es que… 




P.D: El título alternativo era Millar Dollar Baby.

martes, 9 de octubre de 2012

Complejo de Bob Esponja



“La madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con que jugaba cuando era niño.”
(F. Nietzsche, 1886)



Ya tengo veintinueve años. Y no lo escribo con letras en lugar de números para que parezca una edad menos cercana a los treinta, si no porque siempre me ha parecido poco elegante escribir números dentro de un texto.
Bueno, como decía el General Tani: ¡AL TURRON!

Hoy es mi vigesimonoveno cumpleaños y, al contrario del resto de personas que conozco cuyas edades han superado el cuarto de siglo, he esperado esta fecha con emoción. Y todo por una cosa, bueno, espero que por muchas cosas: ¡REGALOS!
Y es que un cumpleaños no es algo del otro mundo, como NO dijo Richard Vaughan, no hay que sentirse especial por tener cumpleaños, todos tenemos. Pero sí hay algo especial en el día de tu cumpleaños… ¿La tarta? No, tarta puedes comer siempre, eso sí, comer tarta cualquier otro día sale más barato, no tienes que comprar velas. ¿Quedar con tus seres queridos para celebrar ese día especial? No, quedar también puedes quedar cualquier otro día; incluso puede que cualquier otro día del año los planes salgan mejor, las juergas memorables aparecen cuando menos las esperas.
Si algo diferencia tu cumpleaños del resto de juergas del año es que ese día te acuestas con más cosas que las que tenías. Y lo mejor de todo es que son cosas gratis. Lo confieso, una de las cosas que mejor conservo del niño que llevo dentro (me lo comí para desayunar), es la atracción por los regalos. Espero con ansia durante todo el año que vengan los Reyes Magos, Papa Noel y si no fuera porque a mi edad sería indicador de sufrir graves problemas de salud, también esperaría al Ratoncito Pérez.
A veces pienso, si hubiera hecho la comunión seguro que me hubieran regalado una Mega Drive o Súper Nintendo (que eran las consolas que había en esos tiempos). Pero no soy yo el que lo piensa, ser oficialmente libre espiritualmente es regalo más que suficiente, pero ese pequeño egoísta de hace veinte años tal vez hubiera vendido su alma a cambio de los regalos. Por suerte no lo hizo y lo que más me gusta de eso es que ese parecido hace que los veinte años de diferencia no existan, porque sigo siendo prácticamente el mismo, aunque ya no tan pequeño.

No me gusta que la gente añore la infancia, tampoco me gusta que la gente no quiera cumplir años, que no quiera envejecer. A mí no me importa envejecer, lo que no quiero es que me atropelle un camión o me caiga un piano en la cabeza. Apenas llevo una hora con mi nueva edad y ya he escuchado “eres un viejo”, pero lo que me gustaría es que en un futuro pudiera contestar “sí, soy viejo, tengo 167 años”, y que fuera verdad. Arrugas, canas… polladas.

Pero ya es hora de hablar del Complejo de Bob Esponja. Por el nombre más de uno pensará que simplemente he cogido el Complejo de Peter Pan y lo he actualizado con el nombre de un personaje más actual, pero nada más lejos de la realidad.
Mientras que el inspirado en el clásico de James M. Barrie implica un grave déficit en el autoestima del sujeto que lo sufre, el complejo de Bob Esponja es disfrutado de forma consciente y responsable.
Mientras que en un caso hay un “niño” atrapado en el cuerpo de un adulto, indefenso e incapacitado ante las nuevas responsabilidades; en el otro existe un adulto que decide deliberadamente no sólo no olvidar al niño que fue, si no dejarlo tomar el mando siempre que sea posible. ¡Ojo! Esto no significa estar todo el día haciendo el polla y no tomarse nada en serio. Esto significa estar todo el día haciendo el polla y tomarse en serio tan solo las cosas que lo merecen (que son realmente pocas). Pero lo más importante del complejo de Bob Esponja es que une la diversión de la infancia con la libertad de la adultez, en una combinación mortal aderezada por la certeza de saber que tus actos son totalmente producto de tu voluntad.

Para acabar decir que si la alternativa es ser un “joven treintañero” cabreado con el mundo y consigo mismo porque todo no es más que un camelo sin justicia. Amargado porque el mercado laboral es una selva donde ganan aquellos que no tienen valores y trabajan los que venden sus derechos. Avasallado ante la multitud de fuerzas que influyen en su vida y que escapan a su control. Sin tiempo para hacer lo que quiere por hacer lo que “debe”… Si eso es comportarse de forma adulta yo lo tengo claro:

¡SOY UN GOOFY GOOBER!





- F. Nietzsche, 1886: Más allá del bien y del mal.